Pontificar sobre Jeilou, a estas alturas de la película, es como llegar a una fiesta de universitarios donde sólo quedan las tías más horrendas, los culos de las botellas y las chastas de los porros: está todo más sobado que la pipa de un indio.
Y, sin embargo, servidor (como tantos otros) sigue llegando tarde a las fiestas y sigue pensando lo mismo sobre Halo, aunque con los matices que da la perspectiva.
Todas esas letanías sobre control de un FPS adaptado a consola, el multiplayer competitivo, la eclosión del Xbox Live, etc., no son menos ciertas por haberse repetido hasta la saciedad, pero sí que palidecen en comparación con ciertos detalles derivados de la aparición del Jefe Maestro.
Cuando la gente se quiere poner seria para hablar de la obra de Bungie, siempre acude a unos lugares comunes para certificar que, OJO, aquí se sabe de vidriojuegorls. “Halo tiene una IA que se caga Camarón de la Isla”, “El layout de los controles está entregado a la humanidad por un Prometeo moderno, al que se la sopla la ira de los dioses del PC” y así podría seguir un buen rato… Y la realidad es que Halo lo petó porque permitía matar a gente más allá de unos polígonos que aparecían en la pantalla.
Da BOMB: los aciertos de Halo son secundarios frente a la importancia real del multiplayer y a la lluvia incesante de billetes de Microsoft para hacer que su Xbox se convirtiese en una alternativa seria.
Da SECOND BOMB: Si no hubiese existido Halo, ahora mismo no tendríais a cienes y cienes de críos soltándose juramentos en Sumerio a través de sus headsets en, sorpresa, el Call of Duty.
Así que, concluyendo:
Halo traslada el control de los FPS a consola. Halo trae el multiplayer de PC a consola. Sin Halo nunca hubiera aparecido Call of Duty. Por tanto, Halo es responsable de que exista un Call of Duty por año.